viernes, 15 de junio de 2012

La Hna. RUTH VALENCIA COROZO



“NOS UNE LA SANGRE” - “Existe una cosa que une África y América: la sangre de los esclavos africanos que corre por las venas de los afrodescendientes. Por eso, este carisma llegó hasta nosotros, a través de los misio­neros y misioneras, hijos e hijas del Padre de los Negros y Profeta de África, Daniel Comboni. 

Todo esto pude comprender cuando salí de mi familia y de mi tierra y entré en la Congregación de las Misioneras Combonianas en Quito. Ahí, conocí a Daniel Comboni, hombre enamorado y apasionado  por Dios y por el África, hasta el punto de dar la vida por los africanos. 

Conociendo a Comboni, entendí que su sueño: “Salvar a África con África” había ultrapasado las fronteras, porque los afroamericanos, de cierta manera, habían también abandonado su tierra original, sus antepasados, sus dioses. Comprendí que la obra libertadora de Comboni nos libertaba también a nosotros, afrodescendientes; nos liberaba de nuestros complejos y miedos, ayudándonos a descubrir nuestra identidad, nuestros valores, nuestra diferencia, para llegar a ser afroamericanos libres.

Para mí, como misionera afroecuatoriana y esmeraldeña, Comboni es un profeta envíado por Dios, un hombre de ojos penetrantes, con un corazón explosivo como un volcán que gritaba con fuerza  “África o muerte”. Amó África, la valorizó, confió en su gente y en sus capacidades. Ordenó a Daniel Sorur, joven sudanés, primer sacerdote del África Central.
Hoy, también los afroamericanos somos misioneros: recorremos las estradas de Europa, África, América, Asia y Oceanía al servicio del Reino. Para los misioneros y misioneras afros, evangelizar es un desafío: primero, debemos anunciar al Cristo Salvador que se ha hecho carne en el seno afroamericano, y desde allí anunciarlo a todos los pueblos. Somos llamados a tener una mirada universal,  para hacer causa común con la historia de cada pueblo de la tierra”. 


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